Siguiendo una agenda improvisada de conversaciones y visitas guiadas por lxs vecinxs locales, Vale Rovatti, artista residente de Martínez de Hoz, comenzó a prestar atención al dinamismo y la movilidad interna de la localidad. Durante uno de estos paseos, visitó los “terrenos del fondo”, lotes señalizados en el borde del pueblo, para la construcción de nuevas viviendas. Al visitar esas tierras aún desocupadas, las casas comenzaron a materializarse en la oralidad y en el lenguaje corporal de lxs futurxs propietarixs. “Aquí está la ventana”, “aquí está la biblioteca” ... dijo Valeria Alonso, dueña de uno de los terrenos, haciendo gestos con los brazos para facilitar la demostración. Además de registrar este recorrido virtual, la artista propuso la misma actividad con lxs niñxs que vivirían en el barrio. Usando un elástico de varios metros de largo, demarcaron la cocina de uno, luego el dormitorio de otro. Mientras se indicaba cómo serían los ambientes y habitaciones ya imaginados, el resto del grupo seguía las orientaciones, tensionando y aflojando el elástico para garantizar la representación arquitectónica en el espacio. Además de señalar un poder lúdico, el juego requirió instancias de negociación colectiva y desencadenó el reconocimiento de nuevas relaciones de proximidad y vecindad que se dieron entre propiedades. La obra de Vale Rovatti, al observar un nuevo barrio en construcción, desmanteló la noción de una comunidad en proceso de abandono. La zona habitada de Martínez de Hoz se trasladaba desde el lugar donde originalmente estaba ubicada hacia el otro extremo del mapa. Así, al estimular ejercicios en el imaginario colectivo, señaló un lugar cambiante, convirtiendo esos terrenos en un escenario de eventos y planes compartidos.
Luara Erremays, artista brasileña, fue residente en 2018 del programa Comunitaria. Su mirada fue dirigida a la situación de los ancianos asignados en el asilo de Martínez de Hoz. Su contacto partió de visitas al centro geriátrico y de breves dinámicas de ejercicios de dibujo que hizo junto con ellos. Estas visitas la llevaron a detectar una situación de aislamiento de ese grupo social. Simbólica y geográficamente, la unidad de salud de la tercera edad se ubicaba en la última calle del pueblo, casi "fuera" de la comunidad. Sin embargo, aunque muchos de los ancianos que vivían allí todavía tenían parientes vivos, recibían pocas visitas de familiares. La radio y el reloj eran los objetos más presentes y más retratados en las actividades de dibujo. A partir de eso, Luara se propone fotografiar a los ancianos del asilo con el fin de acercarlos al resto del pueblo. Llevaría sus imágenes ampliadas en ”afiches” pegados a las fachadas arquitectónicas de Martínez de Hoz, como un gesto de presencia y reintegración.
Anahí pasó sus primeros días en contacto con diferentes habitantes y vecinos de Martínez de Hoz. Sentía, en algunas charlas, una sensación de desunión que no concordaba con la proximidad de aquella vecindad. Quiso activar junto con ellos la percepción de comunidad que también existía allí. Así, propuso un evento de "amigo secreto". Algunas reglas se habían establecido. Nadie sabría quién enviaba a quién (sólo la propia artista organizaba la logística) y el regalo era previamente acordado: todos recibirían una prenda de vestir donada por su vecino-anónimo. De ese modo, la artista salió recogiendo la prenda de cada habitante y, junto con ella, les pedía que escribieran una pregunta para su amigo secreto. Sin reglas o preceptos, una pregunta cualquiera. Al final del período de la residencia, los vecinos se reunieron en un encuentro de cierre y se presentaron unos a otros. Al mismo tiempo que se creaba una dinámica de intimidad, a lo largo del proceso de intercambio de ropa, se reforzaban lazos ya establecidos. El proyecto se basa inicialmente en la voluntad de pensar la indumentaria como arquitectura, como un territorio que se habita desde dentro, también como una superficie que permite la conexión con el propio entorno. Sería así un medio para señalar la noción de un espacio en común, habitado por todos.
Ante la mirada de Fabián Nonino, el pueblo de Martínez de Hoz poco a poco venía siendo afectado por procesos de modernización. Una modernización global, avasalladora, que afectaba nacionalmente, pero que se mostraba aún más dura con los pequeños pueblos. Para él, la tierra y las regiones rurales estaban siendo asoladas. La laguna, que bordeaba la entrada de la ciudad, parecía ser lo único continuo y permanente allí. Queriendo generar esa tensión entre las ideas de discontinuidad y permanencia, el artista decide dejar una frase para los habitantes de la localidad. Una frase que les hiciera percibir los cambios que transcurren por allí, pero que al mismo tiempo sonaba como un mensaje de atención y de cariño, de los que enviamos a las personas amadas: "nunca me abandones". Con el fin de propagarla, Fabián Nonino diseñó un gran letrero de metal con letras huecas, exactamente como se construyen los carteles que informan los nombres de los pueblos de todo el partido de Lincoln. En una comunidad que lucha con intensos cambios y flujos migratorios, Fabián propone usar el mismo lenguaje de señalización que da la bienvenida a Martínez de Hoz, para llamar atención sobre las nociones de continuidad y permanencia.