Alejandra González Soca trabajó temporalmente en El Triunfo. Poco a poco, se unió a lxs vecinxs locales. En un intento por comprender la relación que establecían con ese lugar, entre mates y charlas informales, comenzó a preguntarles “cuál creían que era su Triunfo”. La pregunta (en un vínculo semántico con el nombre del pueblo) permitió enunciar un universo de éxitos y deseos, personales y colectivos. Al mismo tiempo, durante su estadía, se acercó a un grupo de niñas y niños de 5° año de primaria. Les pidió que eligieran un lugar en el pueblo e indicaran el motivo de su elección y el camino para llegar hasta ese sitio. Cada respuesta estuvo acompañada de informes que unían lxs niñxs a ese entorno. El trabajo de Alejandra terminó con un encuentro final en el Club Atlético Social El Triunfo (C.A.S.E.T.). Allí, se montó una videoinstalación, proyectada sobre telas transparentes que flotaban en el espacio. El video recuperó fragmentos de las conversaciones realizadas y mostró más de cincuenta bocas en loop pronunciando la expresión “mi triunfo”. Las personas que concurrieron también se encontraron con fotografías de sus visitas por el pueblo, así como una intervención realizada en el piso del club, en la que piezas de azulejos y espejos deconstruían el patrón geométrico del piso de baldosas. También se crearon y distribuyeron fanzines con hojas en blanco, anotaciones, textos y fotografías del proceso. El Club Atlético Social El Triunfo se convirtió en un lugar de visita temporal, donde se podía acceder a un conjunto de perspectivas afectivas y territoriales sobre el pueblo, concebidas y organizadas colectivamente.
Artista residente en el año 2018, Pablo Paniagua dirigió una mirada telúrica sobre el territorio de El Triunfo y sus formaciones originarias. Interesado en comprender aquel paisaje y su conformación, se inclinó sobre los eventos naturales que constituyeron aquel suelo, así como sobre los datos culturales que allí se fueron dando. Su trabajo se compone de dos partes: una presentada dentro y otra fuera del Museo de Historia y Ciencias Naturales de El Triunfo. Dentro, un mobiliario compuesto de cuatro estantes presenta rocas cristalinas y opacas donadas por los residentes y personas de paso por El Triunfo. Un puntero láser está disponible en este mueble para que los visitantes hagan observaciones de este acervo geológico a través de haces luminosos. En el exterior, hay otro conjunto de rocas apiladas al modo de un principio de apacheta- un volumen de rocas organizado en un formato cónico, que los pueblos andinos originarios hacían en la naturaleza para señalar el camino, delimitar el territorio y también ofrecer celebraciones a sus dioses. Los dos conjuntos presentados (dentro y fuera del museo) están permanentemente abiertos para nuevas donaciones. Con una forma propia de montaje, presentación y experiencia, cada uno de estos conjuntos se encuentra atravesado por innumerables relaciones, siendo susceptible de ser ampliado o de desaparecer entre los flujos de los movimientos históricos, sociales e institucionales en los que están insertos y relacionados.
Belén Charpentier se hospedó en “la casa del tanque de agua”. Sentía un ruido repetido y no sabía de dónde provenía, al otro día descubrió que frente a la puerta de su casa había un mástil cuya correa se balanceaba con el viento. Una de las primeras acciones propuestas por Belén, artista de Buenos Aires, fue producir en colaboración con las vecinas locales, una bandera por día e izarla en ese mástil. Pero, en lugar de izar los símbolos oficiales de la nación como bandera, resolvieron izar una palabra por día, trayendo a la luz una idea de revisión y valoración discursiva. Palabras como “Cooperativa”, “Artista”, “No”, “Puebla” y “Mujer”, fueron algunas de las escogidas en aquel gesto de reverencia semántica. Belén, luego de muchas conversaciones con los habitantes, sintió que era necesario poner en discusión aquellos términos ya que cargaban ciertas complejidades para ellos. Efectivamente, luego de la acción realizada, las personas de El triunfo comenzaron a preguntarse el motivo por el cual la artista había escogido esas palabras para izarlas como bandera, el debate sobre ellas ya estaba instalado. Al mismo tiempo, interesada en percibir el papel de la mujer dentro de aquella estructura social, la artista se dedicó a observar las actividades ejercidas por la figura femenina en el pueblo. Observó una dinámica de caminatas ejecutada por las mujeres del pueblo. Existía ya la costumbre de reunirse entre amigas y vecinas para salir a caminar y conversar fuera del pueblo. Simbólicamente, ese gesto llamó la atención de Belén. Parecía que la autonomía de la mujer se hacía presente sólo fuera del territorio comunitario. A partir de esa observación, la artista propuso sincronizar todas las caminatas que ya ocurrían en un mismo día y horario. Más de 40 mujeres aparecieron. Su intención era dar visibilidad a un movimiento que ya sucedía y que marcaba una organización silenciosa protagonizada por la mujer. El reconocimiento de la potencia de esos vínculos ya existentes, para la artista, podría ser visto como asambleas feministas en movimiento.
El artista Nicolás Bertona quedó alojado en la unidad del centro geriátrico de El Triunfo. Había allí más empleados que pacientes. Cenaban a las 19hs y, durante la noche, el edificio quedaba en absoluto silencio. Sólo se oía el sonido del tubo fluorescente de la cocina mientras dormían los ancianos. Nicolás decidió grabar esos ruidos. Eran los pocos ruidos con los que tenía contacto, ya que pasaba la mayor parte del tiempo solo. Pocas personas se acercaron en los primeros días. Las nociones de silencio y de aislamiento fueron su primera impresión. Algunos vecinos que tomaban confianza, compartían con él historias de la región y del pueblo. Nicolás resolvió seguir grabando todas esas informaciones sonoras que empezaron a aparecer, incluso todas esas narrativas sobre la localidad. Al editar esos materiales, el artista percibió que esas sonoridades se traducían en imágenes en la pantalla del ordenador. Como el pulso de un electrocardiograma, la imagen sonora de El Triunfo grabada por Nicolás Bertona se presentó como un gráfico que iba ganando vida a lo largo de los días. El registro de las conversaciones realizadas entre Nicolás y los vecinos no funcionó solamente como testimonio de un tiempo presente, sino también como una compilación y conversación de la memoria oral de El Triunfo. Las grabaciones recogidas fueron donadas al museo local.